Quien se mueve, gana
Los distintos mecanismos anticancerígenos del ejercicio han sido desentrañados por numerosos estudios. La actividad física regular de intensidad moderada tiene efectos bioquímicos y metabólicos diversos que inhiben de manera directa e indirecta la aparición y el crecimiento del cáncer. En animales se ha demostrado que el ejercicio previene el cáncer, retrasa su progresión y contrarresta la metástasis, incluso cuando no se aplica ningún otro tratamiento. Cuando sí se inicia un tratamiento contra el cáncer, su eficacia se ve potenciada por el ejercicio (Hojman P, 2018; Idorn M, 2017; Ashcraft KA, 2019).